JUSTINO SÍ SABE PARA QUIEN TRABAJA
Eran las cinco de la tarde cuando en la ciudad más próspera del país, se escucharon algunas voces que salían de la biblioteca del castillo: “pensé que encerrado dejaría de molestar, pero al parecer subestimé a Madero, esperemos que la plebe se calme cuando vea enfrente de ellos a mí ejército”. Ya le habían informado, Porfirio Díaz estaba enterado de lo que en las próximas horas acontecería en la plaza principal de la ciudad, sin embargo, con esa seguridad que siempre le caracterizó aún en los momentos más críticos de sus contiendas militares, daba órdenes a los capitanes y generales que se encontraban con él.
Nunca hemos dejado vivos a los boquiflojos que se me han cruzado en los treinta y tres años de gobierno –decía con coraje en su voz- y hoy tampoco les daremos oportunidad. Yo no sé de qué forma quieren la prosperidad en el país, yo les he dado todo, les he traído cultura de las más poderosas naciones y ni así, por lo visto les gusta solamente el maíz y el frijol y andar entre los marranos. No se apure mi General -dijo un capitán que se encontraba con él- ya está todo preparado para desbaratar esa manifestación.
Justino, un soldado del ejército que escuchaba la conversación y cuyas raíces familiares eran precisamente de la gente del campo que más había sufrido con la tiranía del dictador pensaba en los beneficios que traería consigo el manifiesto de Madero “ya casi” –pensaba- “ falta tan solo una hora para que el pueblo se junte y le demos en toda la torre a este tirano”.
“Ojalá en Puebla ya todo se haya calmado, después de la muerte de la Familia Serdán todos por allá están temerosos-pensó- pero no le´aunque no nos vamos a rajar, el Sr. Madero no de en balde está encerrao. Pos claritas son sus palabras en el famoso manifiesto: “Conciudadanos:- No vaciléis pues un momento: tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombre libres y recordad que nuestros antepasados nos legaron una herencia de gloria que no podemos mancillar. Sed como ellos fueron: invencibles en la guerra, magnánimos en la victoria”.
“Sufragio efectivo, no reelección –pensó- ese lema todos nos lo sabemos requetebién, pos al fin nos libraremos del que nomás busca el beneficio pa´ los ricos, al fin mis tatas recuperarán las tierras que han trabajado con tanto amor y que ése y sus dizque amigos los hacendados se las arrebataron sin pensar ni tantito lo valiosas que son las tierras pa´l campesino, por fin tendremos elecciones verdaderas, en las que el pueblo sea el que elija a su gobernante, pos seguro que yo votaré por el Señor Madero”.
Pos parece que ya se llegó la hora mi General –dijo Justino dirigiéndose a Porfirio Díaz- parece que por fin se aplicará la ley. “Pero hoy la ley la aplicará el pueblo”- pensó Justino.
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